Cada día me doy más cuenta de que vivimos en un mundo que ignoramos.
Hace relativamente muy poco descubrí que cada persona es un mundo. Parecerá una conclusión de lo más obvia pero no te das cuenta de la profundidad del asunto hasta cuando te inmiscuyes en la vida de otro y “disfrutas” de todo aquello que ha vivido.
El mundo encierra conflictos que desconocemos, de el mundo afloran historias que no vivimos, en este mundo, todo lo que vemos, es apenas una parte de lo que podremos conocer.
Así pues es triste ver como casi “todo aquel” puede juzgar sin fundamento. Me da mucha rabia ver como personas, grupos de personas, pueden hablar la una de la otra (y no precisamente palabras bonitas) sin apenas conocimiento de el “sentido opuesto”.
Prejuicios!. Pensar en esa palabra me dan ganas de llorar. Sinceramente, no lloro por que llorar no haría nada, prefiero actuar!
Juro ante todos los dioses y ante todas las personas que, desde mi persona, lograré no juzgar a nadie sin conocerlo ¡a nadie!
Podré juzgar a un grupo de gente, podré juzgar a el conjunto “gente” por el producto de sus actos, pero nunca podré juzgar a una persona por pertenecer a un grupo de estos.
De verdad que los prejuicios me dan ganas de llorar y me hacen sentir como miembro de una especie en continuo degrado.
También juro no llorar por esta especie!.
Ojala sea así.
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